jueves, 8 de julio de 2010

La mujer que amo se ha convertido en un fantasma y yo soy el lugar de sus apariciones

La mujer que amo se ha convertido en un fantasma y yo soy el lugar de sus apariciones.

Aquella mujer se ha convertido en parte fundamental de mi vida, en la esencia de mi ser, pero ¿cómo un hombre humilde como yo se atrevería a describir tal creación?, simplemente no existen palabras para describir su magnífica belleza: sus ojos color miel que igualan a dos gotas de ámbar que hacen que mi mundo se detenga; el olor de su piel iguala al perfume de las gardenias que me aviva mis sentidos, su monumental cuerpo me obliga a postrarme ante ella, el dormir bajo la tierra no me provoca tanto como el simple hecho de tenerla entre mis brazos, el dulce néctar de sus labios rosas en conjunto al deseo de saber que explorare su cuerpo de norte a sur, de este a oeste, me hacen palpitar.

Y es que desde que ella apareció en mi vida, todo ha cambiado para mí, todo se ha convertido en un torbellino; el amor y deseo son el ojo del huracán, el epicentro que sacude todo entre los dos.

Nos hemos fusionado en un solo cuerpo, en una sola piel, cada día que pasa siento que la necesito más que ayer; sus caricias, sus besos sencillamente me estremecen; cuando estoy con ella no existe nadie más, mi cuerpo no siente más frío, las penas se van y pierdo la cabeza cuando se inunda de aquel olor, se embriaga el pensar en el dulce tono de su voz susurrándome al oído palabras de aliento y de vez en cuando un “te quiero”.

Sin embargo he perdido la razón por ella, camino entre la delgada línea de la realidad y la ficción, que ha llevado mi ser al extremo, que no se sentir si ella no está conmigo.

Pero sé que con ella todo se reduce a ser amigos, a ser amantes, un hotel y un café, estar a su disposición sin pedir explicación alguna.

No me explico aún cómo fue que me termine enredando en una relación así y es que por ella soy capaz de iluminar las estrellas y tragarme la espadas.

Sin embargo, las condiciones en las que vive mi pasión son precarias, la amo, pero sé que ella a mi no, se que ella es de otros brazos, de otro cuerpo, de otra piel y eso me llena de celos y rabia, el hecho de saber que tengo que compartirla con otro.
La necesito, no puedo dejarla ir y es por eso prefiero pensar que ella se ha convertido en un fantasma y yo en el lugar de sus apariciones.

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